domingo, 9 de agosto de 2009

Supongamos

Supongamos que tengo su atención por un par de minutos.
Hay algo importante que tengo que decirle:

Bastó, que abriera usted su corazón por sólo unos pequeños instantes para que yo lo conociera más de lo que pensé que lo conocería en años. Bastaron esos instantes para que yo piense en usted a menudo, y para que me haga sonreír su felicidad y para que me preocupe e inclusive me duelan sus días grises. ¿Se da cuenta?
Escúcheme, yo no quiero ni espero nada de usted, así: nada. Si eso es lo que le preocupa. Mi interés por usted, lo juro, es desinteresado. Si usted me volviera a poner atención por un par de minutos le diría que tuviera cuidado, que aveces creemos que alguien puede ser nuestra salvación, que esa persona que escucha y está ahí nos cambiará para siempre. Que tenga cuidado, porque todos somos sólo personas. Y usted tiene que aprender a volar sólo, nunca depender de nadie, pero amar a mucha gente, amar de verdad, a todo el que se pueda, sin depender ni necesitar de nadie. Le diría que abrir su corazón no es depender de la gente, ni debilitarse frente a la gente. Abrir su corazón es hacer amigos, y tener amigos a quienes querer y en quienes confiar sana.

Si usted me pusiera un poquito de atención, le diría que me arrepiento de las cosas hirientes que pude decir, que usted está en mi corazón, que pienso mucho en usted, y que además lo considero mi amigo, que usted no lo sabe, pero ha hecho cosas muy buenas por mi. Que se le quiere montones.

Y una cosa mas le diría: Invíteme a pasar tiempo con usted de vez en cuando. Por fa.

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